desfigurados, roto el cuerpo, el alma.
Huidos de si mismos, embriagados,
despojados por siempre de su calma.
La pérdida es atroz, quizás la amante,
el semblante, la vista o la razón.
La expresión, estridencia delirante,
anhelante de pan y comunión.
El corazón vencido por el hado,
espera redención que nunca llega,
porque quedó atrapado en el pasado.
Pasa el momento y cae la sombra ciega.
El mundo continúa despiadado
esquivando el escollo aunque lo niega.